Horario: De 5 a Indios Verdes.
- Miguel Santos
- 14 abr 2017
- 3 Min. de lectura
Editorial.
El tramo que traza la Calzada de Tlalpan, ha sido, a lo largo de los años, una bifurcación importantísima de la espina dorsal de la ciudad, misma que se traza como un sinfín de culebras que toman diferentes direcciones pero que parten de un mismo racimo. Es el camino
diario de tantos y tantos seres que en silencio riguroso hacen surco en su vaivén diario y que pareciera quedar así, mudo y sin relevancia, dentro de una rutina de agobio y preocupación; desconfianza en las miradas y productos de pobre calidad a precios de ganga que sirven de paliativos que desvían la atención del precio de aquellos artículos que la mayoría sabe que no podrá comprar con el salario mínimo. Todo esto dentro de pequeñas latas con ruedas y enormes gusanos que bajo tierra nos transportan, día a día, por las entrañas de las culebras-avenidas como los parásitos que somos y que nos hacen emerger como ángeles incansables que tienen un fin noble escondido en el miedo a los demás que siempre mostramos.

Subo al pesero (bus urbano) y sigo dudando si en verdad tengo que pagar 5.50 o de plano 6 al mirar las calcomanías que ha pegado el chofer en algunas ventanas del transporte y que hacen evidente su rechazo a los aumentos de la gasolina, sintiendo pena por el a pesar de que, como la mayoría de choferes, da un trato casi inhumano a sus pasajeros; sé bien que lo da debido a que no se da cuenta que su impotencia y su precaria situación es generalizada y que la única culpa que tiene él, como todos los demás, ha sido el seguir creyendo que los artilugios socialdemócratas de la política nacional nos acercan a la democracia y que por medio de ella podremos ver materializadas todas las promesas que nos dan como cebo cada vez que hay un proceso electoral.
Llegando a Chabacano (estación del metro que recibe su nombre gracias a su cercanía con el eje vial llamado así) desciendo de la unidad y me interno en la ciudad bajo tierra que supone la red del metro. De un modo que sólo los capitalinos conocemos y después de otros 30 minutos, el portal espacio-temporal nos arroja, como vomitándonos, en otro punto de la ciudad, otro clima, otros paisajes y gentes; de manera casi incomprensible en menos de una hora dejé el verde de los arbustos que crecen en las avenid
as del sur y me interno en la sequía semidesértica del norte de la ciudad.

En otra avenida medular, la de los Insurgentes, que también es testigo de los cambios del corolario de toda la ciudad, está mi primer destino, a sólo 37 kilómetros de casa y como todos los mudos y desconfiados seres que me topé en ese camino, llego al fin a mi trabajo. De 5 de la mañana a Indios Verdes es una historia y de regreso la historia no es reversible sino que se expande por otros caminos por debajo y por encima de las raíces que representa el subsuelo citadino.
Con gráficas y pequeñas crónicas o artículos o frases simples, trataré de dar un poco de vida a aquellos momentos que logre inmortalizar con el lente burdo y corriente de mi móvil, y con esa crudeza espero reflejar los rostros y las texturas que nos fascinan y también las que no queremos voltear a ver. En horario conocido.
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