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Horario: De 5 a Indios Verdes.

  • Miguel Santos
  • 20 abr 2017
  • 1 Min. de lectura

Morir antes de volar.


Morir antes de volar 1

Pavimento mojado, hierba alrededor de la coladera hedionda que se nutre del agua contaminada de este charco que moja mis zapatos al pasarlo sin darme cuenta, -¡chingada madre!-, a mí no me sirve como a la hierba, como tampoco le sirve al árbol que está sobre la banqueta, la mierda seca que un perro o una persona ha dejado en su base.


El arroyo de vidas despierta sin ganas y deambula en su cauce diario sin notar apenas, o tal vez ya acostumbrado, el paisaje corroído que ve al pasar de sus aguas. Somos gente con sueños, con metas e ilusiones; muchas estancadas como ese mismo charco detenido por la porquería que no le permite correr bajo la coladera. Pero nuestra esencia si se escurre bajo tierra todos los días, con la fuerza de un torrente dirigiéndose al mar, contando las horas que día a día le entregamos a nuestro propio devenir.

Morir antes de volar 2

Es así como hoy me encuentro ante la fragilidad propia y el abandono de todos, hoy miro de frente al frío metal donde reposa la viva imagen de nosotros mismos, tengo ante mí a la inerte imagen de nosotros al despertar, caminar y regresar. Se ha difuminado entre las grietas del cemento el color de la sangre que casi nunca latió y que ahora es marca de un fin asegurado para todos.

 
 
 

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