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Bacanora

  • Óscar Santos
  • 16 may 2017
  • 1 Min. de lectura

Poema inspirado en la novela de Roberto Bolaño, 2666.

muertes interminables,

almas incólumes,

cuerpos recortados

y

violados.

el sol cuantifica los horrores,

la gente vuelta muda

y ciega,

la arena y el desierto

son testigos al azar.

noches malditas,

sufrimiento eterno,

años de misterio

y bacanora fugaz

que embriaga a la sociedad.

pero las muertes no paran,

asesinos infiltrados

y cómplices injustos,

plegarias injustas,

ciegas y temerosas.

amanecen eternidades

aguantando noches oscuras

entre grises cárceles empresariales,

prefieren aguantar al alba

que morir sin razón.

¿Dios?, ¿dónde está?:

es un testigo más y, quizá,

otro cómplice más.

desgarros corporales

y apariciones siniestras,

muertes vanas,

niñas violadas

sin serenidad.

hay también

mujeres con colores

en cuello;

colores morados

de la gama de la muerte.

putas que son asesinadas

y almas sin nombre,

cientos de piedras

arman altares profanados

y los injustos

no tienen castigo.

la ley, muerta,

igual que los cuerpos.

edades atrapadas en el tiempo,

caras machacadas,

senos fulminados,

rostros desconocidos,

anos y vaginas sentenciados:

una ciudad mutilada

entre sol y desierto,

entre noches y muerte,

entre sangre y corrupción,

entre bacanora y dolor.

las muertas las llevamos encima

y seguirán aumentando hasta que iluminemos la negra noche

que las traicionó:

ojos abiertos y corazones enfermos

no,

ni una más.

 
 
 

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